Personas vs rentabilidad
Por suerte
o por desgracia vivimos en una sociedad donde la rentabilidad es básicamente lo
importante, no parece haber nada más. Es el dios de nuestros días. En nombre de
la rentabilidad se sacrifican diariamente espíritus, ideas, voluntades,
capacidades, disensiones y personas.
Ayer me encontré con una situación característica. En mi grupo de
operadores telefónicos entró una chica nueva que comenzaba tras un periodo de
formación -como siempre corto e insuficiente. Como inició su jornada media hora
antes de que yo entrara, apenas pude saludarla. Le entregué cuatro datos sobre
conexiones y horarios de descansos y me sumergí en mi vorágine diaria rodeado
de papeles, consultes, informes y las urgencias cotidianas.
En un momento determinado, la miré con la mano levantada, sufriendo al no
recibir ayuda de la persona que se dedica a apoyarlos porque éste estaba
ocupado con otros operadores. Me levanté para trata de ayudarla y se puso a
llorar amargamente desbordada por la complejidad de los sistemas y el alud de
información recibida pero no asimilada. Resolvimos la duda puntual y -contraviniendo
todas las normas impuestas- la saqué de operativa en plena hora punta (una de
las mayores herejías que se pueden cometer en el campo de la atención al
cliente) y me la llevé a la sala de descanso.
Nos sentamos frente a frente y le hablé durante 5 minutos suavemente, de
manera personal. Me comento que se sentía inútil por no saber hacer nada bien y
tener que pedir ayuda constantemente. Le dije que eso era normal, que el primer
día era durísimo para todos y que había quien renunciaba nada más comenzar al no
poder soportarlo. Le dije que yo, que era su coordinador, le pedía que -durante
esa primera semana- no vendiera nada (y ella me miró con extrañeza) porque lo
más importante que debía hacer era tratar de aprender. Ello comportará que
pueda asentarse en su posición y realice una buena tarea en el futuro. Del
resto, lo más importante es que sobreviviera a los primeros días sin volverse
loca.
Esto no lo he aprendido en ningún cursillo de liderazgo. Soy consciente de haber
roto alguna norma y que mis jefes seguramente censurarían mi postura.
Pero yo soy de otra escuela, y cuando tengo tiempo de pensar, todavía soy
capaz de ser persona con las personas. Y me siento orgulloso.
Una cosa que he aprendido es que las empresas dependen de las personas que las hacen funcionar y aquí estás dando una lección de ética profesional que te enaltece a tí y a tu empresa.
ResponderEliminarYa sé que no vale, pero a mí me ha gustado mucho este artículo.
Agradezco el comentario
ResponderEliminar