Behobia 2021
La Behobia
La Behobia-San
Sebastián es una de aquellas carreras que tiene solera. Es bien conocida a
nivel nacional y -a juzgar por los idiomas que se escuchan en carrera- también
internacional. Todo el mundo tiene una buena palabra, un buen recuerdo o un
brillo en los ojos determinado cuando hablan de ella. Es cierto que el precio
es muy alto, tal vez excesivo, por lo que supone sobre todo para los de fuera,
pero el ambiente, la calidez en carrera y el hacerte sentir especial yo no lo
he encontrado en ningún otro sitio. Correr en la Behobia es entrar en otro
mundo, creerse un corredor único gracias al apoyo de toda la gente que hay en
su recorrido (muchísima) que hacen suya la carrera y te llevan en volandas
hacia la meta aunque estés fundido.
Este fin de
semana he tenido la oportunidad de volver a participar en esta mítica carrera
porque montamos una expedición los Xipiruns.cat para celebrar un poco que ya se
podía salir a hacer actividades multitudinarias (aunque con precauciones) y en
mi caso – a pesar de mi forma física no adecuada para hacer 20 km- servía para
celebrar el décimo aniversario de mi debut en esta prueba que hice allá por
2011.
Hay mil detalles
que la hacen especial; desde el tener que desplazarse de madrugada hasta el
Bidasoa y más allá (acabas entrando en Francia y hasta en el móvil saltan
avisos sobre la embajada española y los consulados más cercanos). El centro de
logística de la salida con sus camiones recoge-equipajes, los chubasqueros
preparados para lo que venga y esos speakers profesionales y especiales
que te mantienen alerta y en permanente estado de excitación hasta que llega tu
momento de la salida. Era mi primera vez con el nuevo recorrido y me sorprendió
el salir unos centenares de metros más adelante de cuando lo hacíamos
antes. Una vez salido, como siempre, ir
a buscar tu sitio en carrera mientras la carrera emboca (subiendo, por
supuesto) los primeros kilómetros con las aceras de Irún y de Ventas ya a
reventar de gente. Tras un par de toboganes empieza el primer hueso de la
prueba, que, aunque lo subas de otra manera, se pega a las suelas y te dobla el
espinazo como siempre. Gaintxurizketa se hace siempre duro, largo y cuesta
llegar al final.
Coronado éste,
empieza un buena bajada hasta Errentería que evitando los toboganes que se
hacían en Lezo puede ser algo más rápida (las sorpresas ya te aporrean luego).
Los gritos, los “aúpa” tan característicos, los niños chocando sus manos, los
adultos, los más mayores jaleándote, todo el mundo hace suya la carrera y te
arrastra la marea de ánimo. Pasas la localidad y te enfrentas a Caputxinos,
nuevo para mí que aunque es corto duele mucho y te diriges a Donostia evitando
el paso por Pasai San Pedro que era aburrido y largo. Pero la novedad guarda
dos repechos antes de Mirakruz que vuelven a doler en unas piernas ya castigadas
y el ritmo se hace más cansino. Así, cuesta más que lleguen los puntos
kilométricos y parece que la carrera se estira como un chicle. Pero sigue
habiendo mucha genta a lado y lado de la carretera que te hacen sentir como un
ciclista subiendo el Tourmalet, cansado, con ritmo fatigado pero “venga, p’arriba”.
Se agradece
coronar Mirakruz porque vuelves a bajar y ya vislumbras Gros y te acercas a la
playa. Se nota la entrada en Zurriola porque, como siempre, un golde de viento
frontal te da la bienvenida y allí ya es cuestión de dejarte llevar por la
animación de media Donosti que se da cita en la recta que desemboca en meta.
Una de las
mejoras del nuevo circuito, para mí, es que han evitado el gran número de
hinchables que cruzaban la calle desde el Kursaal hasta meta y que convertían
en agónico el final porque nunca sabías cuando se acababa realmente. Ahora hay
menos y ya sabes donde apretar, si te quedan fuerzas.
Una vez más
cruzar esa meta es una sensación de felicidad y esfuerzo, de satisfacción por
el deber cumplido y de promesas de visitas posteriores.
No es la primera
vez que visito la ciudad y esta carrera en situaciones anímicas adversas y el
“subidón” del fin de semana de la Behobia es importante. Deben poner euforia en
el agua de Donostia, o en el vino, o tal vez en los pinchos o el txuletón. Es
un “todo” que viene en el mismo pack y que no deja de sorprenderme y agradarme.
Como siempre,
ezkerrik asko por todo
Bona crònica Alfons. M'he imaginat fent-la , malgrat no l'he fet mai. Felicitats !
ResponderEliminarRamon, si mai tens la oportunitat, fes-la. Val molt la pena. Gràcies
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