Mis emociones
Se me hace
complicado estos días controlar las emociones, o mejor debería decir controlar
la intensidad de las emociones, sobre todo las negativas. La irascibilidad se
esconde detrás de cada negación o de cada pequeña frustración diaria sea por
algún objeto que se cae, una respuesta adversa o un retraso inesperado. Noto
que me enfurruño en seguida, que mi primera reacción es arrugar la nariz, cagarme
en algo y pensar en negativo. Generalmente, trato de evitar la respuesta
primera, la que sale de las vísceras, cuando es perjudicial porque precisamente
estos días estamos todos especialmente sensibles y no quiero que cualquier
conversación se convierta en un combate de reproches, pero cada vez me cuesta
más. No hace mucho, pensaba, reprimía el primer impulso negativo-agresivo y
continuaba con la labor pensando aquello de “no empecemos una batalla por una
gota de lluvia”. Posteriormente pasé a verbalizarlo “en privado”, solo para mí,
para poder soltar algo de tensión y no generar pelea. Pero últimamente, en
casa, ya lo suelto, me enojo, y encima me dura más.
Es como si me
faltara reír, lo echo en falta, ya no me sirven los emoticones de risa; los uso
para comunicarme, pero no me llenan. Las caritas se carcajean e incluso lloran
de risa, pero yo apenas hago una mueca. Las emociones positivas son pocas, espaciadas
en el tiempo y de baja intensidad, al contrario que las opuestas.
Los días se
sobreponen en el ánimo, interminables algunos, soporíferos los otros, todos
similares, todos cubiertos del polvo del desánimo.
Y no dejo de
repetirme que soy un privilegiado, conservo el trabajo con vistas a un futuro
cercano al menos, sigo trabajando a distancia y en la casa conservamos la salud,
la familia y los amigos más cercanos están sanos y puedo comunicarme con ellos
mediante videoconferencias. Aparentemente, todo está bien, menos yo. Pero no
puedo deprimirme, no debo hacerlo. Mi familia, mis compañeros en el trabajo,
todo el mundo necesita que yo esté cuerdo, sea útil y colabore. Pero yo hace
días que me siento bajo, anonadado, pobre de espíritu.
Mi reino por una
cerveza compartida con amigos, unas risas y un colegueo de bar aunque
sea a dos metros, sin tocarnos y con mascarilla. No les veré la boca, ni la
mitad de los gestos, pero al menos los podré escuchar, los veré reaccionar y
podremos vernos los ojos en vivo y en directo. La videoconferencia es un gran
invento, pero no es lo mismo. Ni con gafas veo lo que veo en persona.
El going down es
evidente y mantenerse en fase 0 hasta vete-a-saber-cuándo no ayuda. Y estoy
hasta los mismísimos de apretar los dientes.

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