Formador. Misión ¿imposible?
He trabajado como
formador “in company” para empresas de contact center durante varias etapas en
mi vida. Actualmente continúo haciéndolo y muchas veces, como ahora, me siento
sobreutilizado al verme convertido en “comodín” que, además de conocer el
producto y su ADN, tiene contacto directo o indirecto con el cliente y sabe
interioridades sobre la campaña.
Estas “habilidades”
intrínsecas al puesto hacen muy apetecible utilizar (y por ende abusar) de la
figura del formador para menesteres de diferente índole como coordinador de un
grupo de agentes, control de sala durante las etapas en que no está presente la
figura titular (fines de semana, festivos…), control de llamadas entrantes y salientes,
representante de la empresa ante la figura del cliente, corrector de errores
propios y ajenos, supervisor de tareas de agentes, back office o similar y,
claro está, control de calidad. Todo ello con la voluntad de la mejora del
servicio, todo ello con la búsqueda de reducir el gasto de personal para
adecuar los presupuestos.
Y todo ello
redunda, siempre negativamente, en la calidad del trabajo de formación. Una formación
debe prepararse, debe corregirse continuamente, debe aportar nuevos datos, debe
incorporar nuevos casos, nuevas pautas, nuevas ideas que permitan realizar una
exposición profunda y metódica sobre el producto, la metodología y los sistemas
utilizados.
Para alcanzar ese
objetivo es necesario pensar, crear, idear, montar, preparar modelos, buscar ejemplos,
sistemas, modos de aplicar. Y el proceso creativo exige tiempo, dedicación,
calma y algo de tranquilidad.
Cuando se
sobrevive saturado, exprimido, sin tiempo para nada, con la lengua fuera y
jadeando, difícilmente seremos creativos para idear la manera de comunicar
eficazmente cualquier idea. A corto plazo puede sacar de un apuro.
Sin tiempo para
pensar ni calma para crear solo conseguiremos loritos que repitan la lección
sin ninguna credibilidad, con la pasión aplacada por la vorágine de la
multitarea y el entusiasmo vencido por el tedio. Mala política si los plazos se
alargan.
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