Motor

Sé por experiencia propia que el motor que nos mueve son las ganas. Si tienes ganas, si te sientes motivado, trabajas, rindes, colaboras, ayudas, concretas, apoyas, mueves, piensas en positivo, creas, desarrollas, cultivas, amplias. Ya sea a nivel laboral, personal o familiar.
Pero si en el carburador de tu alma entra la carbonilla del desánimo, anida la mugre del desaliento o se pega el desconsuelo a las juntas, el motor no se para pero ralentiza el movimiento y baja en prestaciones. Se echa en falta la vitalidad, el empuje necesario para abarcar en condiciones cualquier proyecto.
Por eso es tan importante saber motivar(se). Con motivación podemos con lo que se nos ponga por delante aunque sea duro, largo o difícil. Sin motivación, funcionamos sin convicción, a medio gas y el rendimiento es gris y anodino.
En este contexto es donde el equipo juega un papel fundamental. Si el equipo cree, se distribuye, se prodiga en ayudas y asiste a sus miembros, los engranajes se lubrican y giran de manera adecuada. Si además añadimos apoyo y confianza y le sumamos sonrisas, buenas maneras y un poco de humor el resultado llegará. Y se alcanzará con la ayuda de todos.

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